jueves, 27 de enero de 2011

Del por qué las masas pueden caer en el racismo y la xenofobia



Recibo en el correo una serie de mensajes extrañísimos. Casi todos procuran venderme productos para alargar mi pene y mantener la erección durante horas. Ignoro cómo esas compañías consiguen enterarse de mis obsesiones y carencias, pero yo soy inmune a sus ofertas ya que dispongo de una planta, el cortaleches (1), que ahora crece abundante y cuyo contacto con el nabo hace que se ponga descomunal… Ejem.
 
Entre el aluvión de mensajes, recibo un vídeo, en el que se afirma que los moros de Cataluña viven en Jauja, ya que reciben un festival de subvenciones (Generalitat, Ajuntament y ONGs) que harían palidecer a un negro.
 
La pregunta que me hago es...: ¿Cómo puedo convertirme en un moro catalán? Sí sí, claro, si el Estado mima tanto a los inmigrantes magrebíes, lo que habría que hacer de inmediato es renunciar a la nacionalidad española, y pasar por las oficinas del Imán para convertirse al Islam y tener acceso a ayudas y pagas por valor de 3.000 euros mensuales. ¿Quiere usted una casa gratis? Pues váyase a vivir bajo un puente e inicie las gestiones.
 
Hay gente que se cree esas cosas. Uhhh… Por lo que veo lleva la bola cerca de medio millón de vistas… Mientras que mis sabios artículos a duras penas consiguen quinientas. Y, claro, los comentarios de gente modesta acerca de lo bien que viven las moras negras gitanas romanas chabolistas ladronas de maridos… rezuman odio, rencor y resentimiento.
 
Es curiosa la facilidad con la que esos discursos cogen carrerilla. ¿por qué?
 
Es muy simple. La gente anda por ahí bastante frustrada. Uno quiere un coche más grande, la otra un chalet en la playa, y el de más allá una polla gorda y tiesa. Y no puede ser. Y no solo eso, sino que ahora, en época de crisis, ven como la hipoteca, el recibo de la luz y la factura del teléfono les tienen estrangulados. Esa gente no es tonta, y se dan cuenta de que los responsables de sus males tienen nombre y apellidos: políticos, plutócratas, empresarios, millonarios variados y su corte de lacayos, son los que les están apretando el cuello.
 
Pero hay un problema: esos tipos son poderosos. Disponen de mucho dinero, de muchos esbirros, de mucho mando. Revolverse contra ellos, cuando se está tan aislado, tan débil, tan miedoso, tan gilipollas, tan lameculos, es hasta peligroso. Así que la solución que encuentra el mamón, es dirigir su odio, su frustración, su cobardía y su envidia al que es más débil, más miserable y más pobre que él.
 
El círculo fascista se cierra, y el materialismo circular lo destruye. Por la organización, la virtud y la fuerza, lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
 
 
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NOTA
 
(1) No confundir el cortaleche peninsular, con la planta mexicana del mismo nombre que está llena de pinchos.

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