Esta mañana he recibido la paloma mensajera de mi agente en el Cairo, informándome de que todo ha salido a pedir de boca. ¿Cómo? Me he apresurado a leer la prensa atrasada del bar de la esquina, donde se cuenta la caída de Murabak.
Por supuesto: diversos analistas políticos afirman que la situación en Túnez, en Egipto y en otros países árabes, hacía previsible una explosión social… blablabla… Lástima que esos listillos, no tuviesen la clarividencia hace tres meses, de aportarnos datos que explicasen, no lo que ha pasado, sino lo que iba a suceder. Que unos chorbos desde una página del feisbu, y con mensajitos de móvil, hayan iniciado una cadena de acontecimientos que ha derribado a su gobierno es algo que no esperaba nadie.
Así es como se producirá la revolución, como siempre, con millones de personas echándose a la calle, un buen día, a traición. La gente generalmente sumisa, fácilmente manipulable y comprable con cuatro chorradas, liará la de dios. Y ni soltando a los tertulianos fascistoides en medio de la masa, podrán los acojonados guardas y soldados contener a la multitud.
Mi agente me dice que lo sucedido en Túnez, en el Cairo…, o por ahí, serán cambios superficiales que no afectarán al aparato de dominación preexistente… Claro, menudo problema.
Hay dos formas (principales) por las que el anarquismo puede estar presente en una revolución: la primera, que el pueblo tenga una amplia conciencia anticapitalista y libertaria, y que esté muy bien organizado en sindicatos, asociaciones vecinales, de amas de casa, clubs deportivos, cooperativas… Actualmente, cuando esto pasa, la presencia en ese ambiente de anarquistas organizados (por motivos misteriosos) suele ser escasa, y el conocimiento del anarquismo por parte de la población cercano a cero; la segunda manera, es con presencia de anarquistas organizados, que se mezclan en esas asociaciones populares por un lado, y desarrollan sus propuestas y organizaciones por otro, lo cual también escasea.
Pero es simple: para que las ideas libertarias tengan oportunidades de implantarse en una revolución, hace falta que la gente (que es la que hace las revoluciones) las perciba como posibles. Hace falta que deseen una vida en la que nadie mande. Y para que eso suceda, hay que hacer el anarquismo visible, organizándolo, dándole su lugar en este mundo que tenemos. Es decir, estando con la gente que vive, que ama, que sufre, y haciendo del anarquismo algo bueno, útil y deseable, en cárceles y presidios, en barrios y chabolas, en escuelas y hospitales, en fábricas y etetés, en oficinas, desahucios, incendios, prostíbulos, campanas submarinas, allí donde una persona suspire, que haya un anarquista cerca haciendo lo que sea menester, y no un marciano hablando de cosas raras.
¿Estaremos los anarquistas a la altura de los acontecimientos, cuando la revolución nos pille en casa? Inspiremos profundamente, meditemos, hagamos cien flexiones en cuclillas. Lo que
es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario