sábado, 26 de mayo de 2012


Jueves 24 de mayo de 2012
La Secretaria para los Derechos Humanos de la Presidencia de la República comunica que los restos óseos hallados oportunamente en Buenos Aires pertenecen al ciudadano uruguayo Alberto Cecilio Mechoso Méndez, detenido en la República Argentina el 26 de setiembre de 1976.
La Secretaría para los Derechos Humanos de la Presidencia de la República informó que a partir de las muestras genéticas proporcionadas por esta Secretaría al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), éste comunicó en el día de la fecha la identificación – mediante exámenes de ADN – de restos óseos hallados oportunamente en la ciudad de Buenos Aires, como pertenecientes al ciudadano uruguayo Alberto Cecilio Mechoso Méndez, detenido en la República Argentina el 26 de setiembre de 1976 y que permaneciera desaparecido desde entonces.
Alberto Mechoso Mendez era nacido en el Departamento de Flores el 1° de noviembre de 1936 y era militante de la Federación Anarquista Uruguaya y luego de la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales y, en Argentina, del Partido por la Victoria del Pueblo. Fue asimismo militante gremial en la Federación de Obreros de la Industria de la Carne y de la Convención Nacional de los Trabajadores.
La Secretaría para los Derechos Humanos de Presidencia de la República, en la que se desempeñan en distintas áreas 35 personas, y que mantiene contacto permanente con organismos similares de todos los países de la región, tiene entre sus cometidos prioritarios completar el Banco de muestras genéticas de familiares de detenidos desaparecidos, en el que se trabaja actualmente y que permitió en esta oportunidad la identificación de referencia, habiéndose alcanzado a cubrir el 80% del universo de los casos denunciados.
Agencias 
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Una historia terrible
Alberto Mechoso y Adalberto Soba. Posteriormente secuestran a los integrantes de sus familias. Efectivos militares uruguayos y argentinos allanaron su domicilio donde se encontraba el resto del núcleo familiar. Con picos y macetas, destrozaron todo, reunieron el dinero que había y se lo llevaron.
La familia de Mechoso estaba integrada por Beatriz Inés Castellonese Techera, y sus dos hijos Alberto José Mechoso Castellonese y Beatriz Elizabeth Mechoso Castellonese, de 6 y 8 años respectivamente.
Concluido el operativo dejaron dos guardias en la casa y llevaron a la esposa de Alberto Mechoso y a sus dos hijos, a una casa. “Luego de hacer un viaje de aproximadamente 40 minutos, llegamos a un lugar, era una casa particular. Mi esposo reconoció el lugar donde nos mantenían a mis hijos y a mí, como el domicilio de Mauricio Gatti y Sara Méndez, donde había estado él más de una vez. Mi esposo me dijo que el oficial que lo acompañaba, que estaba en la habitación con nosotros, era el Mayor Gavazzo del ejército uruguayo”.
El día 27 de setiembre por la mañana Beatriz Castellonese recibe la información de que ella y sus hijos iban a ser llevado para Uruguay. “El día lunes 27, de mañana, me dijeron que me iban a llevar para Uruguay; (…)cerca de las cuatro de la tarde nos dicen que vamos a tener una visita, y aparece mi marido. Me dice que la persona que lo detuvo fue el mayor Gavazzo, que fue el que realizó el procedimiento en mi casa”.
Una hora más tarde se llevaron a Alberto Mechoso y poco después son sacados el resto de los secuestrados de la casa y llevados hasta Aeroparque, para abordar un avión de pasajeros de línea comercial con destino a Montevideo. Gavazzo, simuló ser el esposo de Beatriz Castellonese y padre de los dos menores.
A la llegada al aeropuerto de Carrasco, en Montevideo, las familias Soba y Mechoso y sus custodias eran esperados por cuatro o cinco coches con hombres de particular armados. Las dos mujeres y los cinco menores son conducidos a un local clandestino de detención, conocido como Cárcel de “Punta Gorda”, donde se les informa que estarían allí hasta que terminaran los procedimientos que continuaban realizando en Buenos Aires.
El 5 de octubre Beatriz Castellonese es puesta en libertad, siendo conducida en un vehículo policial, hasta la casa de sus familiares en Montevideo.
El 14 de octubre en Argentina, Marcelo Gelman, hijo de Juan y padre de Macarena, es asesinado y su cuerpo, metido en un tanque con cemento, es arrojado a las aguas del canal de San Fernando, junto a otras siete personas, entre ellos Alberto Mechoso, cuyos restos se acaban de identificar. 
Datos basados en texto de Raúl Olivera, dirigente del PVP
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Carta de Alberto “Pocho” Mechoso Méndez
Escrita durante su estadía en el 5to. de Artillería, cuartel ubicado el costado del Cementerio Norte, del cual se fugó.
Compañeros:
Desde el 6 de agosto hasta ahora, me parece que he aprendido más, mucho más de lo que me enseñaron los 6 años que pasé en Punta Carretas, me parece que he aprendido mucho más que en los 35 años que llevo de vida. Por un lado está la experiencia de adentro del Cuartel, el enfrentamiento a los verdugos, la mano solidaria de los compañeros. Por el otro lo que pasó después, afuera. La noche siguiente a la fuga me vi. en la televisión.
Me requerían por ‘sabérsele vinculado a…’ y en ningún lado una sola línea de lo que realmente había pasado. Después leí nuevas listas de requeridos. Una de ellas la encabezaba mi compañera. Me enteré que la casa donde vivía con mi madre, con mi compañera y mis hijos, estaba sellada, custodiada por las Fuerzas Conjuntas. Me enteré que un militar con varios galones, dijo que esa casa sólo iba a ser devuelta si yo me entregaba.
Y todo esto que uno vive tan intensamente, lo están viviendo de un modo u otro, centenares de miles de orientales. Son muchos los chiquilines separados de sus padres, porque están presos o porque tienen que irse a otros lados a buscar el trabajo que aquí no encuentran. Son muchas las madres que no ven a sus hijos, porque están perseguidas o porque trabajan de sol a sol para ayudar a parar la olla. Son muchas las mujeres que al final de una vida de trabajo no tienen un techo donde guarecerse, porque no pueden pagar con jubilaciones miserables, o porque la mente podrida de los verdugos venga en ellos la rebeldía de los hijos que con inmenso cariño ellas supieron criar.
Y ante todo esto, ¿qué otro camino nos queda? Ante todo esto, ¿de qué manera vale la pena vivir la vida?
Hay un solo camino, hay una sola manera de vivir, sin vergüenza: peleando. Ayudando a que la rebeldía se extienda por todos lados, ayudando a que se junten el perseguido y el hombre sin trabajo, ayudando a que el ‘sedicioso’ y el obrero explotado se reconozcan como compañeros, aprendan luchando, que tienen por delante un mismo enemigo. Por todo eso, compañeros, quiero que me hagan un lugar… por todo eso no voy a tardar en volver. Libertad o Muerte.
“Pocho”
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ALBERTO “POCHO” MECHOSO, ANARQUISTA Y EXPROPIADOR
Nació en Trinidad departamento de Flores. Ahí hizo sus dos primeros años de escuela la que continuaría después en Montevideo. No alcanzó a terminar la primaria. De familia de trabajadores que tenían un ingreso insuficiente, aprendió a compartir dificultades con sus cuatro hermanos.
La familia cansada de una situación que no ofrecía posibilidad de mejora alguna, emigró hacia Montevideo. Era cuestión de probar suerte, como tantos vecinos que ya se habían largado a la aventura. La calle Ansina, barrio Palermo, fue donde hizo sus primeras amistades montevideanas, enseguida formó barra. El alero de la Escuela de la calle Gaboto fue testigo de algunos plantones que sufriera por responder a los maestros. Era rápido y agudo para la protesta sobre cosas que consideraba estaban mal.
La Teja y el Cerro fueron los barrios que lo vieron crecer. Tres hermanos se hicieron anarquistas y en su casa lo libertario pasó a ser tema de todos los días. Preguntaba, sentía simpatía, su espíritu rebelde lo acerca a esa ideología que reclamaba justicia para los pobres y que no la pedía de rodillas.
Más adelante trabajó en la Industria de la carne, durante una larga huelga quedó despedido. Fue, entonces, por un tiempo feriante junto con algunos de sus hermanos. No existía la FAU aún, había sí una Agrupación Anarquista Cerro-La Teja y el Ateneo Libre también Cerro-La Teja. Comenzó a militar en la Juventud del Ateneo.
Corría ya más de la mitad de la década de 1950, en ese momento escaseaba el trabajo. La crisis económica ya empezaba a golpear fuerte a los hogares obreros. Con un grupo de jóvenes como él, amigos entre sí y casi todos simpatizantes libertarios, comenzaron a hablar de finanzas para montar una cooperativa de trabajo y donar una parte a la flamante FAU. Finalmente decidieron expropiar un Banco del Paso del Molino: La Caja Obrera.
Fue un trabajo prolijo, estudiado en sus detalles. Encontraron una cantidad de dinero mayor a la esperada. Hicieron la donación y dejaron el resto para el objetivo acordado. Fue este, casualmente, el primer Banco expropiado en Uruguay.
Un año después cayó preso vinculado a tal episodio. Estuvo seis años detenido: en Miguelete y Punta Carretas. Leía mucho en prisión, por ejemplo: Nacionalismo y Cultura de Rocker, Vida y pensamiento de Malatesta de Luis Fabbri, La revolución de Landeur, novelas. En el paquete, semanalmente iba por lo menos un libro para él.
-¿Cómo son esos guerrilleros, la llevan a fondo?, preguntaba en una visita de mediados del año 59. Seguía con gran interés el proceso cubano.
Salió de prisión con más formación política, tomó enseguida contacto con la FAU. Se iniciaron conversaciones para ver su puesto de militancia. Mauricio (Gatti) fue el primero en plantear que había que incorporarlo a actividades de tipo armado.
Pocho era de reflejos rápidos, de buen visteo para ubicar a la gente, jovial, rebelde y de mucha decisión, todo ello lo hacía una persona singular. La gustaban las bromas, desolemnizaba cuestiones serias, hacía chistes sobre sí mismo y la militancia jugada. Pero esto, acompañado de un fondo de fe en lo que hacía y de respeto de verdad por la tarea. Era bueno operando pero no subestimaba nada. Siempre quería ver bien los detalles.
Fue finalmente en la formación de la OPR una pieza fundamental en todo el trabajo organizativo, también en insultar confianza a los compañeros que empezaban. Aquí volcó su experiencia y su decisión. Integró como encargado el primer equipo operativo cuando se resolvió encarar la actividad armada en forma específica y continuada. Realizó en los comienzos, con su equipo precursor, expropiaciones bancarias resueltas por la Organización y que resultaban vitales para el desarrollo de los proyectos en curso. Después actuó en diversos operativos, entre ellos retención de burgueses.
Formó parte de Aguilar, su experiencia y firmeza fueron invalorable aporte en este organismo que tenía la responsabilidad de la acción armada de la Organización.
Cayó preso, fue salvajemente torturado, resistió con entereza poco común y solo protagonizó una fuga espectacular desde un cuartel. Se repuso de cortaduras en las manos, costillas fisuradas y por acuerdo de FAU, se trasladó a la Argentina. Allí se reintegró de inmediato a las actividades.
Capturado sufrió nuevamente torturas en el pozo de Orletti. Hoy es uno de los compañeros que figura como desaparecido. Pocho era el sobrenombre público, o Martín que era el nombre de batalla, mantuvo siempre sus costumbres, su cultura de hombre bien del pueblo. Muchacho de barrio, con la calle de la buena, autodidacta, lector, modesto y con un profundo sentido de pertenencia a los de abajo dejó una marca imborrable.
Lo sabemos, él lo compartió totalmente, no son personas solas las que producen el desarrollo y permanencia de una Organización. Son una cantidad de esfuerzos de mucha gente lo que resulta fecundo. En tal contexto es que ubicamos este aporte militante. Pero, cierto es, que en el marco de este conjunto imprescindible hay compañeros con aportes excepcionales. Pocho y el Santa Romero sin duda, fueron ejemplo de ello.
Fragmento tomado del libro “Acción Directa Anarquista: Una historia de FAU

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