jueves, 5 de julio de 2012
A medida que se va agudizando la crisis en/de Europa, se va agudizando también, dada la correlación de fuerzas tan desfavorable para el campo popular (trabajadores y otros sectores sociales subalternos), el trasvase de fondos hacia el gran capital financiero y la concentración de poder en sus manos, con la consiguiente cesión de soberanía, tanto nacional como de las clases populares, que ven cómo se agravan sus condiciones de vida y de trabajo.
Hay quien ha dicho, y no le falta razón, que si el estado español, en vez del PP o el PSOE, lo gobernaran los bancos alemanes sería más barato y las grandes decisiones seguirían siendo las mismas. Claro que la cosa quedaría demasiado evidente. En Italia y en Grecia hubo rápidos movimientos por arriba que se adelantaron a cualquier intento, por tímido que fuera, de tomar un rumbo mínimamente soberano en este marco.
A falta por el momento de oposiciones significativas que amenacen con constituirse en alternativa real de poder (organizando y movilizando las masas con un programa de transformaciones de fondo y disputa de proyecto político), se pueden conservar las apariencias de la democracia formal, el parlamentarismo y otros modos livianos de creación de consenso. La dictadura del gran capital financiero, de este modo, puede mantener su rostro “amable” sin tener que recurrir a expedientes de emergencia y alto costo político, como la represión abierta y masiva (y no acotada jurídicamente y selectiva como hasta ahora).
Según se vaya agravando la crisis y el descontento popular siga creciendo y se exprese cada vez más contundentemente, habrá que ver la capacidad del bloque dominante de mantenerse arriba sin mayores contratiempos como hasta ahora, con cohesión interna en torno a las cuestiones de fondo y pequeñas discrepancias de matiz.
También habrá que ver, claro, la capacidad de los de abajo de constituirnos como un actor con entidad propia y no como una masa amorfa y sin conducción que da las peleas por separado y sin planificación unitaria alguna. Docentes, mineros, estudiantes, movimiento por la sanidad pública, jóvenes profesionales… todas esas luchas y muchas más son legítimas y dignas de apoyo, pero cada uno por nuestro lado no vamos a ninguna parte, nos seguirán aislando y derrotando por separado.
Sin organizaciones obreras poderosas y sin los sectores políticamente más avanzados pensando con amplitud de miras y estrategia, buscando formas de implementar mayores y más efectivos niveles de unidad de los que luchan, estaremos condenados a ser furgón de cola, destinados a ir siempre un paso por detrás de quienes están aprovechando la crisis para llenar aún más sus arcas.
La única posibilidad de que las clases populares puedan jugar un rol en la crisis y optar a hacerse con el timón (y dejar de ser el puching ball como hasta ahora), depende de la capacidad de sus sectores organizados de crear plataformas comunes de lucha, de saltar sobre los sectarismos y mezquindades de sector o grupo y de conformar un bloque histórico con capacidad de tomar la iniciativa (y ya no sólo de intentar devolver los golpes descoordinadamente).
El tablero está armado y esta partida está recién comenzando, identifiquemos amigos y enemigos, acumulemos fuerzas, limemos diferencias con los nuestros (que están más allá de nuestras cuatro paredes), busquemos las jugadas oportunas y arrinconemos al enemigo. Adelante compañeros, que son pocos y cobardes.
Manu García
Columna de opinión publicada en el periódico "CNT" de julio de 2012
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